domingo, 28 de diciembre de 2014

PORTADA DE “EL CORSARIO SIN ROSTRO” (MORGAN EL PIRATA), de Manuel Gago (II)



Segundo original que muestro en mi blog de este inmortal personaje de Manuel Gago y el quinto correspondiente a este autor. La de hoy es una magnífica portada realizada con todo lujo de detalle perteneciente al número 7 de la colección El Corsario sin Rostro, publicada por Editorial Maga en 1959.

Este personaje protagonizó un total de 42 cuadernillos de 12 páginas cada uno repletos de aventuras e invadidos por temerarios y atroces piratas. De periodicidad quincenal en sus primeros números, pasó a publicarse semanalmente a partir del número 9. Como era habitual en este tipo de cuadernillos de la época, la portada era a todo color, reservándose el blanco y negro para las páginas interiores.

Considerada como una de las mejores series de Editorial Maga, sus aventuras fueron escritas por Federico Amorós y el propio Manuel Gago, quien también se ocupó de la parte gráfica.

Adjunto el original de la portada por ambos lados (por su parte trasera podemos disfrutar con unas extraordinarias indicaciones del color) y una imagen de la misma de la que se publicó definitivamente. Un grandísimo trabajo obra del maestro Gago.









sábado, 27 de diciembre de 2014

UN IBÁÑEZ SATURADO (DIARIO DE VIAJE III)



Todo lo que empieza, acaba. Eso mismo fue lo que ocurrió con nuestra última visita a la Ciudad Condal. Llegó el lunes 8 y, antes de iniciar nuestra última visita por la ciudad, tuvimos que hacer las maletas. El tren de regreso a casa salía a las 15:00 horas, así que tocaba madrugar para aprovechar cada uno de aquellos últimos minutos. Para este día reservamos algunas compras (cómics y algún que otro décimo de lotería), y también ciertos lugares que nos habíamos dejado sin explorar.

Las horas centrales del día se aproximaban, así que debíamos buscar un lugar donde poder sentarnos a comer algo antes de dirigirnos hacia la estación. Una vez saciados los estómagos, cual vendedor ambulante que va cargado hasta las orejas de equipajes y bultos varios, caminamos a paso ligero (para no perder el tren) por aquellas aceras que nos guiaban hasta la estación.

A la hora en punto, aquel cacharro de no sé cuántos vagones se puso en marcha. Debo ser sincero: ya habían ganas de regresar a casa, aunque siempre se le queda a uno cierto gesto de tristeza cuando ha de marcharse de un lugar donde le han acogido con los brazos abiertos. Así pues, otras 7 horas nos esperaban todavía por delante, y la historia volvía a repetirse.

Algo más cansado que en el viaje de ida, destripé aquella bolsa negra de plástico y extraje los cómics recién adquiridos que aguardaban en su interior. Esos libritos consiguieron que el viaje se hiciera mucho más ameno.

Tal vez por la sobreexposición a tanto dibujillo a color, por el exceso de información que estaba penetrando en mi mente o, simplemente, por ese gusanillo incontrolable que a veces te corroe por dentro, tuve que agarrar una de aquellas hojas en blanco y ponerme a dibujar. Puede que alguno de aquellos tebeos que tenía en mis manos me despertara la inspiración.

Un rato después, me encontraba dando los últimos retoques a mi particular dibujo entintado de aquella manera por culpa de la mala postura y los continuos traqueteos del tren. Y bueno, así quedó la cosa: muchos recuerdos, muchas más fotografías y un par de dibujos que me harán recordar este viaje a Barcelona para siempre. Espero volver pronto…



domingo, 21 de diciembre de 2014

LOS CHISTES DE SAPPO, by Vázquez (II)



Conclusión a la historieta mostrada hace justo 7 días del mismo título. Aquí, el genial Vázquez sigue empleando el recurso de pegar grandes titulares de prensa en sus páginas, desenlazando esta divertida vivencia (mejor no preguntarle al personaje plasmado en ella) en tan sólo tres viñetas (la última, dibujada a gran tamaño y detallismo, pero en la misma línea de los últimos años de Vázquez).

P.D.: Al final de la página aparece la habitual firma del autor (by Vázquez), pero todo apunta a que, dicha rúbrica, fue realizada con posterioridad a su publicación. Así que su autoría (oficialmente) sigue correspondiendo a la firma de Sappo.



sábado, 20 de diciembre de 2014

UN CAGANER DE MORTADELO (DIARIO DE VIAJE II)



Continúo narrando algunas de las vivencias más curiosas acontecidas durante mi última escapada a ese lugar anónimo al que hoy pondré nombre. Mis peripecias en el viaje de ida ya las conocéis, así que hoy me centraré en mis idas y venidas por las calles de la ciudad.

A pesar de que el sol reinaba en lo alto del cielo, las temperaturas eran relativamente bajas. El viento arrastraba el frío de la nieve caída por los alrededores (al menos, eso se rumoreaba). El hombre del tiempo, esta vez, SÍ acertó. Por suerte, íbamos equipados con ropa de abrigo, la cual, nos ayudó a combatir contra las cuchilladas propinadas por esas gélidas corrientes de aire.

Nuestro particular tour por la Ciudad Condal (Barcelona, por si alguien no lo pilla), se prolongó durante la tarde del sábado, domingo todo el día y la mañana del lunes (día que debíamos volver a casa). Lugares tan emblemáticos como la Sagrada Familia (por fuera y por dentro), Las Ramblas, el Gran Teatro del Liceo, la catedral, la Gran Vía, el puerto, el monumento a Colón, la Plaza de España, la Plaza de Cataluña, el chiringuito de un chino ubicado a la vuelta de la esquina, el retrete público y un larguísimo etcétera, fueron pateados por estos pies e inmortalizados por mi inseparable cámara fotográfica (no me pidáis fotos del retrete, por favor). No es la primera vez que recorremos las calles de la ciudad (nuestra última visita data de finales de 2011), pero siempre está bien volver a recordar antiguos lugares cargados de grandes recuerdos.

Todo viaje que se precie siempre está repleto de divertidas anécdotas que no conviene olvidar. Como creo que no viene demasiado a cuento enrollarme a desarrollarlas todas, sí me centraré sólo en una de ellas que me reservó una agradable sorpresa final.

Tras nuestra visita a la Sagrada Familia (me guardo mis impresiones sobre la misma), pasamos a recorrer la Plaza de Gaudí, situada justo enfrente del templo expiatorio. Allí se repartían cientos de puestos que vendían numerosos artículos relacionados con las próximas navidades. Figuritas de belén, adornos navideños, árboles de navidad (de los de verdad), dulces de cien tipos distintos (azucarada tentación…), caganers de cualquier personaje, etc.

Pues bien, vamos a centrar nuestra atención en estos últimos monigotes que no tienen otra cosa que hacer que quedarse con el culo al aire. En los muchos stands que vendían estas simpáticas figuritas de arcilla, podías encontrarte con personajes tan dispares como Freddy Krueger, Jason Voorhees, Billy (el muñeco diabólico de la saga Saw), políticos, Bob Esponja, Peppa Pig, Spiderman y bla, bla, bla… La verdad es que fue idea de mi mujer: “¿Y si hubieran unos caganers de Mortadelo y Filemón? ¡Vamos a buscarlos!” Dicho y hecho, nos pusimos manos a la obra. Aquello que arrancó como una mera diversión, se convirtió en todo un objetivo a cumplir.

Tras varios intentos fallidos, tras continuos tropezones contra personas que no saben caminar por la calle, y tras salir airosos de numerosos atascos provocados por grupos de gente que se amontonaba a mirar, a charlar o, directamente, a incordiar al que viniera por detrás, conseguimos alcanzar nuestro propósito. Parecía increíble pero allí estaban: Mortadelo y Filemón, con los pantalones a la altura de las rodillas haciendo de las suyas. Me parecieron unas figuras la mar de simpáticas, aunque debo confesar que la de Filemón no estaba muy conseguida. Este detalle, junto a su elevado precio, hizo que me decantara a comprar sólo a Mortadelo, bastante más logrado. Y ahí lo tenéis, expuesto al final de esta entrada. Una figurilla moldeada en arcilla y realizada de un modo completamente artesanal, la cual, ya luce en mi colección particular junto al resto de figurillas de pvc de diversos personajes de Ibáñez y de la casa Bruguera. Ya me diréis qué os parece.

P.D.: Aporto un dato para los más detallistas. Ante las preguntas: ¿Tiene orificio de salida en sus partes traseras?, y: Dada la posición, ¿se asoma algo indecente entre sus piernas?, la respuesta es… sí (aporto fotografías que lo certifican).


 Pocas veces hemos visto a Mortadelo en una postura tan comprometida.

 Como todo buen caganer, agarrando sus pantalones con ambas manos...



 Y claro, cuando la cámara coge ángulos que no debería coger, pues pasan estas cosas...



 ¡Que nadie se escandalice, que su propio nombre ya lo indica: caganer...!



 Detallismo extremo, oiga...

domingo, 14 de diciembre de 2014

LOS CHISTES DE SAPPO, by Vázquez



Divertida página en la que su autor (un Vázquez acreditado como Sappo) demuestra que es capaz de reconvertir en chiste cualquier noticia publicada en prensa por muy desoladora que ésta sea. Con este tentador punto de partida, Vázquez crea una historieta de doble página en la que, un anónimo caballero (que, tal y como está la cosa, cualquiera puede verse reflejado en él), camina por la calle amargando su triste y arruinada vida por culpa de las angustiosas noticias que va encontrando publicadas en el periódico (por esta razón, un servidor prefiere leer cómics). Permítanme que aplace el desenlace de esta aventura para la siguiente entrada, dentro de 7 días.

P.D.: Especial atención a la gran habilidad del genial Vázquez de ocupar la página con recortes de numerosos titulares a gran tamaño, dejando un espacio muy reducido para plasmar a ese entristecido monigote más parecido a un boceto que a un dibujo listo para publicar. Qué le vamos a hacer, la última etapa de nuestro autor fue así…



sábado, 13 de diciembre de 2014

LAS NORMATIVAS DE UN REVISOR CUALQUIERA (DIARIO DE VIAJE I)



Es bueno para el cuerpo y para el alma desconectar de la rutina y del entorno y perderse, de vez en cuando, por cualquier rincón del mundo dejando todo atrás. Esto mismo fue lo que llevé a cabo los pasados días 6, 7 y 8 de diciembre (2014). Aprovechando la festividad de esos días, y siempre en compañía de mi señora esposa, agarré mi pesada maleta llena de trastos y unos cuantos bultos de mano e iniciamos un largo viaje con destino a… bueno, dejémoslo en un largo viaje.

Siempre que hago una escapadita de éstas me gusta hacerlo poniéndome al volante de mi coche, pero, en este caso, echamos mano del ferrocarril. Así pues, un viaje de casi 7 horas como éste dio, como cabe esperar, para muchas cosas: charlar, comer, bostezar, comer, ver una peli (o varias), comer, echar una cabezada, comer, ir al retrete, comer, recordar batallitas, comer, marcar un itinerario de lugares a visitar, comer, estirar las piernas por los pasillos, comer, comprobar la dureza del cristal de la ventanilla con la cabeza, comer, beber (con moderación), comer y… ¡dibujar! (no sé si he dicho que también hubo tiempo para llenar el estómago). Y es que, uno de esos equipajes de mano, estaba compuesto por unas cuantas páginas en blanco, un soporte de cartón duro que haría las veces de mesa de dibujo, un lápiz y varios rotuladores calibrados de diversos grosores.

Cuando conseguí encontrar la postura más acertada y cómoda (ambas entre comillas), y colocando esa hoja en blanco sobre mis piernas, comencé a realizar garabatos sobre el papel. Rayas, rayas y más rayas, acompañadas de tachones, borrones y más tachones. Una vez abocetado todo el dibujo, llegó el momento de pasarlo a tinta combatiendo contra las “turbulencias” y la inapropiada postura. Debo confesar que me resultó imposible realizar una línea recta que pareciera una línea recta; imposible trazar un círculo que no pareciera realizado por un orangután manco… Aún así, y tratando de salvar todos estos obstáculos, conseguí acabar mi dibujo de la forma más decente posible. Y como no podía ser de otro modo, ya que me encontraba enclaustrado en un vagón, de temática de trenes.

P.D.: Sin ser consciente de ello, el chiste plasmado en la presente ilustración se hizo realidad durante el viaje de vuelta. Vamos, que se convirtió en algo premonitorio. Sólo había que sustituir el labriego con boina por una pareja de treinta y tantos y su bebé, y el carro cargado de estiércol por un carricoche de dimensiones más bien astronómicas. Al final, y tras librar una dura batalla contra la revisora (el ambiente llegó a caldearse un poquito), lograron subir a bordo el titánico carrito, el cual, tuvo que viajar en el pasillo del vagón de cafetería. Cosas de la vida…



viernes, 5 de diciembre de 2014

EL DOCTOR CATAPLASMA, de Martz Schmidt



Tras incansables y arduos intentos de ansiada búsqueda por conseguir un original de Martz Schmidt, al fin pude ver cumplido mi sueño hace tan sólo unas cuantas semanas. Gracias al “chivatazo” de un buen amigo, llegó la presente página hasta mis manos, tapando ese hueco que desde siempre había existido en mi extensa colección. Su precio: ya sabéis que no me gusta hablar de estas cosas.

Impresionante, maravillosa, inigualable, rarísima, inacabada… son sólo algunos de los muchos adjetivos que se me ocurren para describirla. Sigan leyendo, sigan, que las sorpresas no han hecho más que empezar.  




Martz Schmidt (Gustavo Martínez Gómez), quien creó este seudónimo al contraer su primer apellido y coger prestado el apellido de su abuelo francés, nació en el barrio de Santa Lucía (Cartagena, Murcia) el 3 de julio de 1922. Estudió arquitectura en la Universidad de Murcia, carrera que interrumpió para dedicarse a aquello que más le gustaba: el dibujo y la pintura.

Fue en 1949 cuando empezó a trabajar para Ediciones Clíper tras su traslado a Barcelona. Sus primeros trabajos como dibujante fueron publicados en las revistas “Nicolás”, “Florita”, “Yumbo”, “Pinocho” o “Paseo Infantil” (todas de esta misma editorial), a finales de los años cuarenta. Allí creó a Toribio y Doctor Cascarrabias, entre otros personajes. En 1951 fichó por Bruguera, formando parte de la segunda generación o generación del 57, junto a Vázquez, Ibáñez o Raf, entre otros.







Para esta nueva casa creó a varios de sus personajes más emblemáticos, que vieron la luz en las revistas “El DDT”, “Pulgarcito” o “Tío Vivo”, entre ellos: Don Danubio, personaje influyente (publicado, por vez primera, en 1951), El doctor Cataplasma (creado en 1953), Troglodito (de 1957) y El profesor Tragacanto y su clase que es un espanto (de 1959).













Durante la década de los cincuenta, Schmidt alternó su labor como dibujante con otras tareas como la escenografía o la pintura mural. A principios de los años sesenta, fundó una empresa de diseño y publicidad, a la que llamó Martz Schmidt Studio. Durante esa década, lejos de dejar de lado las historietas, siguió creando nuevos personajes para Bruguera. Ahí nacieron La pandilla Cu-Cux Plaf (creada en 1962), El sheriff Chiquito, que es todo un gallito (de 1962), y Don Trilita (de 1964).










Tras la muerte de Jorge (1921-1960), creador de Doña Urraca, y tras pasar por las manos de Jordi Bernet (hijo de Jorge, quien se ocupó de la serie hasta 1961) y Torá (quien la dibujó durante varios años en la misma década), a Schmidt se le encargó la continuación del personaje algunos años después. En 1972, apareció publicada en la revista “Súper Mortadelo” la historieta Doña Urraca en el castillo de Nosferatu, una aventura que apareció serializada y que tuvo que ser interrumpida, en la página 24, por culpa de la censura. De aspecto demasiado tétrico (el personaje de Doña Urraca ya lo es de por sí), en dicha aventura aparecían las Hijas de la noche, unas vampiresas demasiado atractivas para el público infantil de la época y para la peliaguda mano de los censores.


 Página número 1 de Doña Urraca en el castillo de Nosferatu.



 Primera aparición de las Hijas de la noche. Página 16.



 Página 24, y última.

Durante los setenta y ochenta, Schmidt continúa trabajando para Bruguera hasta poco antes de su cierre definitivo. En 1985, a causa de los graves problemas por los que atravesaba la editorial, se marcha de esta casa y entra en Grijalbo. Hasta allí traslada su serie Cleopatra, reina de Egipto, que pasa de la revista “Mortadelo” a la revista “Guai!”. Poco después empezó a trabajar con Ediciones B, editorial que continuó con las publicaciones de la ya desaparecida Bruguera. Allí creó a Deliranta Rococó





 El gran Ibáñez, siempre tan creativo...





Martz Schmidt murió en Elche el 5 de enero de 1998, a consecuencia de un cáncer de pulmón, aunque otras fuentes afirman que su defunción tuvo lugar en Barcelona en la misma fecha.




El doctor Cataplasma se publicó, por vez primera, en el número 1.139 de la revista “Pulgarcito”, en 1953. Sus aventuras eran, en su mayoría, de una única página, concluyendo siempre al final de la misma. Como el título de la serie indica, Cataplasma se dedica a la medicina, aunque también es dado a desarrollar sus dotes como científico loco. Su criada, Panchita, mujer oronda y protagonista de la serie junto al insolvente doctor, es quien lleva las riendas en todo momento.

La curiosidad de la presente página, como ya habéis podido comprobar si le habéis echado un vistazo, es que está inacabada. Confieso (y muchos coleccionistas de originales estaréis de acuerdo) que hallar planchas de Martz Schmidt es una tarea bastante complicada, y si ya nos referimos a páginas de personajes de renombre inacabadas y, por lo tanto, inéditas, ya ni os cuento. Es como encontrar un trébol de cuatro hojas o esa aguja en el pajar. Lo más curioso de todo es que, exceptuando las caras de los personajes, el resto del dibujo está completamente acabado (fondos incluidos). El doctor Cataplasma tiene la nariz y los ojos dibujados a lápiz (sin entintar) en toda la página (inclusive en el cuadro que figura colgado en las primeras viñetas), y a Panchita sólo le faltarían por entintar los ojos. El personaje que aparece vestido de astronauta en la última viñeta también tiene su rostro inacabado. La página también carece de cabecera y bocadillos, pero lo más curioso es el detalle de las caras de los protagonistas. ¿Por qué aparecen sin pasar a tinta cuando el resto del dibujo, incluso los fondos, se halla acabado? ¿Por qué una página tan bonita y detallada como ésta quedó sin publicar? Sólo Martz Schmidt debía conocer la respuesta…


 Original de El doctor Cataplasma.